dimarts, 8 d’octubre del 2013

¿ calidad total en la educación?

DEL TAYLORISMO AL TOTAL QUALITY MANAGEMENT

Los centros de formación profesional y ciclos formativos ofrecen cuadros curriculares prácticamente idénticos (¡así son las leyes!), pero las diferencias entre centros, en cuanto a demanda formativas, son sustanciales. En la provincia de Barcelona encontramos centros con demanda de plazas que sobrepasan sus posibilidades, mientras otros debaten si abrirán o no determinada línea formativa el próximo curso. Las características estructurales de estos centros (zona, instalaciones, profesorado, precios…) son en muchas ocasiones muy similares. Entonces, ¿por qué esta bipolarización de la demanda?

No hace mucho, en una distendida charla entre colegas, comentábamos la necesidad de buscar espacios para la creatividad. Nos decíamos  unos a otros lo difícil que era, dentro de las tareas habituales de un profesor, buscar ese momento de reflexión e innovación, sin presiones, sin prisas, para crear dinámicas capaces de sugestionar a nuestros estudiantes y despertar en ellos el interés por aprender y formarse.




Esta sensación de falta de espacios tiene, a mi modo de ver, un directo culpable: la mala interpretación del Total Quality Management. Una herramienta que ha devuelto lo mejor y lo peor del taylorismo de la era industrial y que ha deificado las ratios y los procesos burocráticos de las empresas de servicios, entre las que se encuentras las escuelas.

Quiero dejar bien claro que el Total Quality Management, bien entendido  (calidad total, calidad global), es un herramienta incuestionable que garantiza la revisión y mejora constante de los procesos, pero ciertas modismos de gestión han llevado a muchas empresas a una carrera sin sentido, trasladando el acento en la obtención de una ISO y dejando en un segundo plano el objetivo y sentido de todo modelo educativo y formativo: el estudiante.

Innovar en formación y educación requiere una estructura de gestión empresarial  y pedagógica perfectamente engrasada y apunto, donde se fomenten los espacios de creatividad (I+D+I) de sus docentes y no la fiscalización de los procesos y las personas.  Las instituciones educativas y formativas que persigan obsesivamente renovar estos estándares, con el tiempo pueden perder el valor añadido más importante de toda escuela: la capacidad de su cuerpo docente para ilusionar y despertar el interés de sus alumnos. 




Santiago E. Navarro

Profesor de Ciclos Formativos

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