dilluns, 12 de desembre del 2016

EDUCAR NO ES FABRICAR GALLETAS

Acabo de leer esta magnífico libro de Jaume Josa (Josa, 2011), y no he podido evitar la tentación de explicaros todo lo que me ha hecho reflexionar recordando las razones por las que  me hice profesor, profesión  vocacional de la que debemos estar muy orgullosos.

En el mismo, aparecen una serie de recetas  y antes de enumerarlas y explicarlas, para nuestro asombro, ya nos invita a  olvidarlas y a ser capaces de crear nuestro propio decálogo.

El estilo es desenfadado por lo que la lectura es liviana. A medida que vamos leyendo, parece que le estamos oyendo, que nos acercamos a él y consigue que nos sintamos identificados, nos adentra en este mundo tan apasionado que es la  educación.

Nos hemos parado a reflexionar en algún momento ¿qué es lo que enseñamos a nuestros alumnos? ¿ por qué no hemos sido capaces de hacernos entender ? ¿ por qué no somos capaces de conectar con ellos? ¿ fallan ellos o hemos fallado nosotros?

“¡Señores y señoras, niños y niñas, bienvenidos al gran espectáculo de la educación. La función está a punto de empezar. (…) van a ocurrir cosas extraordinarias. (…) nos vamos a divertir!” (2011, p. 92).

Tal y como nos comenta el autor debemos ser capaces de convertir la educación en un espectáculo que nos permita ser escuchados, que nuestros alumnos se maravillen de nuestra dinámica de clases y, al mismo tiempo, sentar  las bases de lo que va a ser su vida profesional en el futuro: aprender y formarse constantemente.

Nos  plantea qué se debe enseñar dando importancia a la comunicación y a los idiomas. En referencia a la comunicación, nos recuerda (2011, p. 101-106) que está presente en todos los aspectos de nuestra vida, por lo que ser un buen comunicador es indispensable para sobrevivir en el mundo laboral. Sin embargo, en este sentido hay una laguna muy profunda en nuestro sistema educativo, no hay una asignatura en la que se enseñe a ser un buen orador, a realizar un buen porwer point, a modular la voz, a tener estrategias para “enganchar” a los oyentes, a tener una correcta postura corporal, etc. Nuestros alumnos deben ser capaces de hacer una buena presentación y de hablar en público sin ponerse nerviosos. De este modo transmitirán sus conocimientos y aumentará su valía profesional.

 Es importante que nos demos cuenta que es precisamente a través del lenguaje como podemos expresar nuestras ideas y desarrollarlas. Si nuestro vocabulario es rico, también lo serán nuestras ideas. Para convencer a nuestros alumnos  es preferible que lo hagamos a través de la literatura y sus ídolos actuales con los se sienten identificados. Para ello, el autor nos propone cambiar y abrirnos a su cultura.

Otros de los puntos controvertidos y de rabiosa actualidad es el de los deberes. Los define  como una tortura (2011, p.138) y cómo se replanteó sus ideas sobre el tema llegando a la conclusión que todas las tareas prácticas se deben hacer en clase. El resultado mejora, los alumnos  prestan más atención y aprenden mucho más. No entiende la utilidad de las mismas en casa ya que si los alumnos han comprendido lo explicado en clase ¿qué sentido tendrían? Y si no ha sido así, ¿lo aprenderán por arte de magia? El único que podemos provocar  es cansancio, angustia e inseguridad en aquellos alumnos que ven como dedican horas a la materia y no llegan al nivel de sus compañeros. La solución está en una enseñanza individualizada, en la que los profesores les enseñemos y, según su nivel,  a gestionar su tiempo y su información. Hagamos, pues, los deberes en clase, para ayudarles, y podrán aprender según sus capacidades y alcanzando mayor satisfacción.

No elude el debate de los exámenes (2011, p.145-161). Aunque no está en contra, cree que si los tiempos cambian, los exámenes también: en la era del acceso rápido a la información, no podemos estar obligando a los alumnos a aprender de memoria conceptos que pueden encontrar rápidamente en internet. Valora muy positivamente la evaluación en conjunto y/o en clase. Se trata de una idea controvertida pero que argumenta como una preparación a la forma de trabajo actual. Los exámenes deben ser acorde a lo enseñado y, por tanto, no deben ser complicados garantizando con ello el éxito de todos.

La educación, nuestro  trabajo, es apasionante y  debemos evitar caer en  la rutina: cada día los alumnos nos plantean nuevos retos y no se trata de ganar o perder, sino de disfrutar resolviéndolos. De este modo, disfrutando, llegaremos al éxito: la educación integral de todos ellos

Os invito a todos los que estéis relacionados con la educación (profesores, padres, alumnos, etc.) a conocer a Jaume Josa.

Bibliografía:
Josa, J.J., (2011), Educar no es fabricar galletas, Madrid, España: De buena tinta. 

Eva Bondia
Dpt. Ciclos Formativos Pàlcam


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